Energía solar térmica, entre todos la matamos y ella sola se murió.

Energia solar

Hace unos meses que todos nos estamos riendo del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Sus afirmaciones de que no existe el cambio climático, que es un invento de los chinos ha permitido correr ríos de tinta, gracias y chistes a su costa. Sin tantos medios de comunicación y a menor escala pero en Galicia, y más concretamente en Pontevedra, también hemos puesto nuestro granito de arena para olvidarnos del cambio climático. Hablo de la instalación de energía solar térmica en los edificios como energía de ahorro energético para la producción de agua caliente sanitaria.

Hace ya muchos años que la mayoría de las personas del planeta tierra saben que se está produciendo un proceso de aumento de la temperatura debido al CO2 producido por la actividad humana. Existe un consenso científico absoluto a ese respecto. Puedes pensar que todos los científicos del mundo están equivocados y están mintiendo, pero te recuerdo que esos mismos, y otros, han conseguido que nos subamos a un avión con total normalidad; que vivamos a varias decenas de metros del suelo en edificios de muchas plantas. El progreso logrado por la ciencia nos permite vivir mucho más tiempo y con mayor calidad. Me parece auto-engañarse escoger solo aquellas afirmaciones científicas que gustan.

Conscientes de ello, los políticos, promovidos por la sociedad, comenzaron a tomar medidas. Una de ellas era el fomento de las energías renovables. Entre ellas, la energía solar es muy barata, de fácil acceso y libre para cualquier persona en cualquier localización. Es por eso que se establecieron leyes, reglamentos y normativas que obligaban a la instalación de energía solar térmica en la mayoría de los nuevos edificios que se construyeran. De nuevo, no te engañes, la normativa es extremadamente clara, es obligatoria la instalación de energía solar térmica para el apoyo a agua caliente sanitaria en prácticamente todos los casos. Por supuesto se permiten las excepciones, porque no tendría mucha lógica obligar a instalar placas solares térmicas en la catedral de Santiago de Compostela.

Pero luego, la normativa hay que cumplirla, por cada uno de nosotros, y eso significa que tenemos que rascarnos el bolsillo e instalar placas solares. ¡Que fascistas! en mi casa hago lo que quiero.

La cortedad de miras de las administraciones públicas, formadas al final por personas normales y corrientes, ha permitido la laxitud de una ley por otra parte fundamental. Las generaciones futuras se preguntarán una y otra vez en qué estábamos pensando. A día de hoy lo hemos conseguido: la instalación de placas solares en una vivienda unifamiliar en la provincia de Pontevedra es un caso excepcional. Me considero cada día más ecologista, y lo hago porque tengo hijos adolescentes y me preocupa lo que será de ellos. No quiero recordar el éxodo masivo que se ha normalizado en España de una generación en la búsqueda de un futuro profesional más prometedor. Existen ya, en algunas partes del mundo, los refugiados climáticos y para muchos países del mundo el agua sigue sin ser un bien de uso habitual.

No quiero ser catastrofista, creo que es lo que consigue que nadie crea en los supuestos cada vez más claros. Pero muchos pensaban que el puesto de trabajo que tenían era para siempre y la crisis económica los movió con una facilidad pasmosa. Del mismo modo, la búsqueda de justificaciones estúpidas que nos permitan ahorrar unos euros hoy, que resultarán en muchos más en pocos años, se debe a varios motivos desde mi punto de vista.

  • Falta de preparación de todos los agentes del sector. Ni los instaladores, comerciales, distribuidores, ni fabricantes supieron aclarar y ser sinceros del funcionamiento de una instalación que, como todas, tiene unos límites que hay que saber distinguir. Se sigue pensando que la energía solar debe dar agua caliente sanitaria gratis, como no lo hace es una auténtica porquería. Nada más lejos de la realidad, el ahorro de energía se consigue cada día con pequeños gastos evitados, que normalmente pasarán desapercibidos.
  • La administración no ha controlado ni ha sancionado. Aunque no lo parezca, la norma contempla sanciones para quien no la cumpla. Es obligación de las administraciones públicas controlar el cumplimiento de la normativa. Es más: puedo asegurar que la cortedad de miras ha hecho que ellos mismos doten a los agentes del sector de justificaciones que permitían incumplir la norma.
  • El bolsillo de los contribuyentes y la corrupción. Nadie está dispuesto a gastar su dinero en cuestiones de bien común si no lo ve claro. Todos hablamos muy alto indignados en el salón de nuestra casa. Cuando hay que pasar a la acción es más difícil.

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